Díkaios es la palabra en griego de este tercer estudio
Comencemos por el primer término de la definición, equitativo. Esta significa “que tiene equidad” y equidad se define como “Cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece en función de sus méritos o condiciones.”. Por definición es una palabra que va muy de la mano con la palabra justo, que significa “Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde.”. Ambas palabras mencionan el dar a cada uno según lo merecido o lo que corresponde. Esta es la primera connotación de la palabra díkaios en la que debemos meditar. ¿Estamos filtrando nuestros pensamiento tomando en cuenta este concepto? Porque si nuestros pensamientos no calzan con la equidad, deberíamos de ignorarlos. ¿Será que lo que estamos pensando hacer es justo y tiene equidad? ¿Lo que estoy pensando dar es lo merecido? ¿Es lo que corresponde? ¿Estoy siendo equitativo al enojarme por algo que en realidad no es injusto? En lo personal (y aquí me integro por primera vez en cuanto a mi opinión propia en estas enseñanzas), luego de meditar en esto me di cuenta que muchas veces he guardado enojo, rencor o resentimiento en contra de alguien injustamente sin darme cuenta. Cegado por la ira o el dolor en algunas ocasiones se me hizo difícil o imposible notar la injusticia o la falta de equidad que en su momento yo estaba cometiendo en mi actitud.
Por ejemplo en una de las veces que fui invitado a tocar la batería en la iglesia para una actividad. El líder del ministerio de música (que por cierto es una persona a la cual le tengo mucha admiración), se le ocurrió agregar al servicio de ese día a varios músicos como invitados especiales para que formaran parte de la alabanza y adoración. Yo por mi lado, a diferencia de los músicos invitados, soy un percusionista más autodidacta que estudiado, no tengo el conocimiento o práctica para participar confiadamente de un conjunto así. Cuando llegó el momento de ensayar terminé sintiéndome totalmente ofendido y agredido. Me pareció que la responsabilidad que se me había asignado se salía de mis manos. Se me dio algo que no me correspondía. Aún recuerdo las caras y los gestos de decepción y molestia por parte de los músicos invitados generadas por mis constantes equivocaciones y falta de conocimiento. Ese día me sentí completamente inútil en el ensayo. Fue una humillación enorme que no recordaba haber sentido en años. Luego del primer ensayo regrese a casa sintiéndome víctima. Estaba muy dolido y enojado. Sin embargo ese mismo día me la pasé estudiando y practicando casi que toda la noche. Tal era la frustración que me agobiaba, que al día siguiente tuve que no trabajar para continuar practicando. Pese a lo molesto que estaba, renunciar simplemente no era una opción. El líder ya no había tiempo para conseguir otro baterista. Además quise atreverme a creer en la gracia de Dios. Yo sabía que Él podía hacerlo por mí. Y así fue, durante mis prácticas personales, los siguientes ensayos y en el servicio del domingo, pude apreciar la manifestación del poder de Dios. No digo que logré tocar al nivel de los profesionales. Ni cerca. Pero pude acompañarlos con gozo y con la certeza de que estaba dando lo mejor de mí y mucho más.
El punto de contarles esta anécdota es que en ningún momento me detuve a pensar en la equidad. Por mi enojo y resentimiento, la única víctima era yo. Ahora puedo ver más allá. Si yo fuera músico profesional, me gustaría hacer las cosas con excelencia. En especial si las estoy haciendo para Dios. Para estos músicos, luego de haber dedicado quien sabe cuantas horas de preparación y esfuerzo, llegar al ensayo con un baterista que no sabe tocar los ritmos de las canciones asignadas, pudo haber sido muy frustrante. No era justo para ellos que yo fuera un percusionista no calificado. Si yo me hubiera tomado la molestia de pensar en ellos, me habría sentido mucho menos dolido. Es más, ni siquiera el líder había tenido carencia de equidad. El solo me estaba dando una oportunidad más allá de lo que yo merecía. Eso más bien es gracia. Un favor inmerecido. Al menos ahora estoy seguro de que esa fue su intención. Ahí el único que estaba mal era yo. Por supuesto que las gracias se las doy a Dios, quien me dio la sabiduría para no renunciar y sacar adelante la tarea. Pero ahora entiendo que esas horas de práctica sin dormir, sin trabajar, sin descansar, era lo justo para los demás. Era lo equitativo.
Probablemente usted también ha pasado por situaciones similares. Casos donde se ha sentido ofendido por algo que sucedió. Algún comentario que le hicieron, o algo que no le dieron, y luego de un tiempo se dió cuenta que pese a que no fue algo que los hizo sentir bien, era lo justo, lo merecido. Tal vez ese puesto sí le correspondía a la persona a quien se lo otorgaron. Seguro a esa mujer o a ese hombre que les gustaba sí le convenía más estar con esa otra persona. O probablemente sí era justo que el tan deseado premio se lo llevara aquella otra persona en vez de mí. Definitivamente vale la pena valorar considerar la situación de las demás personas y poner todos los pensamientos en la balanza de la equidad.
«El peso falso es abominación a Jehová;
Mas la pesa cabal le agrada.» Proverbios 11:1 (RVR 1960)
También es importante recalcar las palabras “carácter” o “acto” en el paréntesis que acompañan al término equitativo en la definición del diccionario Strong. Esto implica que la equidad no solo se debe ver en las acciones, sino que se debe aplicar al corazón.
…Porque el Dios justo prueba la mente y el corazón. Salmos 7:9 (RVR 1960)
El siguiente término mencionado en la definición de díkaios es inocente. Y son dos tipos de inocencia los que inmediatamente se me vienen a la mente. La primera es la ausencia de malicia y la otra es el veredicto de un juicio. Ambas connotaciones de esta palabra las podemos aplicar en nuestro estudio.
La primera, la falta de malicia es una característica muy pura de Dios. Y si Dios la tiene, nosotros también. Porque se nos fue dado su Espíritu y fuimos hechos una nueva criatura en Él.
«Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.» 1 Corintios 14:20 (RVR 1960)
He conocido a personas muy inocentes. Y las he visto siendo víctimas de las burlas por tener falta de malicia. Incluso ahora yo mismo me arrepiento si en algún momento participé de esta burla. Hacer chistes con doble sentido enfrente de ellos para reírse del cómo no los entienden. Que horror, siendo la inocencia algo tan hermoso y valioso, ¿como es posible que en algún momento nos hayamos mofado de eso?. Más bien yo quiero regresar a esa inocencia cada día un poco más. Quiero acercarme a Dios y a su palabra para ser renovado en mi forma de pensar, y que las ideas llenas de malicia vayan siendo extinguidas de mi mente conforme más aprendo de Él. La malicia estorba. No solo por las acciones a las que nos lleva el resultado de alimentar estos pensamientos. Sino que también influye nuestra relación con las demás personas. La malicia nos hace creer que lo que los demás están pensando acerca de nosotros es negativo. Pueden traer paranoia. Creemos que los demás maquinan en contra de nuestro bienestar. No alimentemos más estos pensamientos de maldad. Si no son ideas justas, si no van de acuerdo a la palabra de Dios, entonces hay que desecharlas y más bien debemos dar lugar a los pensamientos de Dios.
La segunda definición de inocencia es la relacionada con culpabilidad. Esta inocencia también toma un papel importante en nuestros pensamientos. 1 Juan 1:9, Salmos 145:17, Salmos 116:5, Salmos 25:8. Son versículos que llaman por el nombre “Justo” a Dios. Por lo tanto Dios es justo y como tal tiene que impartir justicia y “juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde”. Aquí es donde entrábamos en conflicto antes de estar en Cristo. Porque sin creer en Él lo que recibiríamos justamente según lo que nos correspondería, sería muerte.
«Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.» Romanos 6:23 (RVR 1960)
En un juicio donde se determina la sentencia del acusado, se evalúan las obras del mismo según la ley establecida. Nosotros como humanos hemos pecado. No una, sino muchísimas veces. Todos. Sin excepciones. Así que como culpables nuestra sentencia según Romanos 6:23, lo que nos corresponde es muerte. Sin embargo aquí es donde entra la obra redentora de Cristo Jesús en acción. Miremos una visión en Zacarías, la cual es un espectacular ejemplo de lo que sería un juicio de nosotros los creyentes delante de Dios.
«Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle.» Zacarías 3:1 (RVR 1960)
Esta un sumo sacerdote en medio de un juicio delante de Dios y Satanás estaba presente como parte acusadora. Este es el que llega delante de Dios y reclama: “Ellos tienen que morir, porque han pecado y según la ley merecen morir.”. Es el diablo quien busca vernos culpables. Su nombre es el acusador. Sin embargo la visión continua y sucede lo siguiente.
«Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel.» Zacarías 3:2-3 (RVR 1960)
Diría Jehová sobre nosotros ¿No fueron estos rescatados del infierno? No murió Cristo por salvarlos de sus transgresiones. El diablo se presentí al juicio con descaro, deseando lo peor para nosotros. Tuvo el atrevimiento de acusarnos delante de Dios. No una, sino muchas veces. Dia y noche como dice el siguiente versículo.
“…Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.» Apocalipsis 12:10 (RVR 1960)
Gloria a Dios! ¡Ha venido la salvación, el poder, el reino de Dios y su autoridad! Satanás fue echado del juicio. Ya él no tiene derecho de acusarnos delante de Dios. Ya no porque fuimos redimidos, perdonados. Ahora tenemos un abogado quien nos defiende en el juicio.
“si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1 Juan 2:1 (RVR 1960)
Jesús es nuestro abogado. Y como tal, tiene la evidencia suficiente para defendernos y demostrar nuestra inocencia. Él mismo es la evidencia. La paga de muerte por nuestros pegados ya se ejecutó. La sentencia que a nosotros nos correspondía según nuestras obras fue cobrada en Jesús.
“Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado, para declararnos inocentes por medio de Cristo. 2 Corintios 5:21 (TLA)“ (RVR 1960)
Que bendición, nosotros fuimos declarados inocentes. Pero el regalo no es solo ese. Sino que Dios además de perdonarnos en Cristo, nos hizo nuevos. Nos lavó con la sangre de Cristo y nos vistió con ropa limpia. Tal y como sucede en el desenlace de la visión en Zacarías.
«Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie.» Zacarías 3:4-5 (RVR 1960)
Ya no hay lugar para la culpa en nuestras vidas. Claro, es obvio que tenemos que arrepentirnos de nuestros continuos errores. Caminar siempre buscando la dirección de Dios para presentar un mejor testimonio delante de los hombres. Pero la culpa ya no puede señalarnos. Ya el diablo no tiene derecho de acusarnos delante de Dios. Fuimos santificados (Hebreos 10:10), lavados, justificados en el nombre del Señor (1 Corintios 6:11). Ahora somos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios (1 Pedro 2:9). Somos su iglesia sin mancha ni arruga ni cosa semejante (Efesios 5:25-17). Ya nadie puede quitarnos eso. Así que cualquier pensamientos o sentimiento de culpa que tengamos, tenemos todo el derecho de ignorarlos. Sin embargo, pese a que el diablo no nos puede acusar delante de Dios, seguirá tratando de acusarnos con nosotros mismos. Buscando hacernos sentir derrotados, culpables, pecadores y no merecedores de Dios. Pero podemos mantenernos firmes en la verdad de Dios. Nosotros fuimos declarados inocentes por la obra de Jesús. Reprendamos todo pensamiento en contra de su verdad. Porque si le damos lugar en nuestro corazón a pensamientos de culpa, no vamos a sentirnos confiados y seguros delante de Dios. Pese que Dios nos invitó personalmente (Hebreos 4:16).
En conclusión de este estudio. Luego de ver las diferentes connotaciones y múltiples significados de la palabra justo. Tanto los pensamientos de iniquidad, pensamientos de malicia y los pensamientos de culpabilidad, son ideas que no podemos cultivar en nuestros corazones. Más bien “en todo lo justo… en esto pensad.”