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Espíritu, Alma y Cuerpo. Parte 1

El ser humano fue creado por Dios en tres partes, como la Biblia

Y el mismo Dios de paz los santifique por completo; que todo su ser —tanto espíritu, como alma y cuerpo— sea guardado sin mancha en la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23 (RVA-2015)

Hay una relación entre el espíritu, el alma y el cuerpo que puede ser positiva y de beneficio o podría llegar a ser muy negativa.  Es importantísimo entender qué significa cada una de estas tres partes del ser humano. El espíritu es nuestro ser interior que no muere y que nace de nuevo cuando aceptamos el sacrificio de Cristo por nuestros pecados.  El alma es la parte emocional, es nuestra personalidad. Consiste en las emociones y sentimientos, mente y voluntad.  La mente incluye todas aquellas memorias desde que fuimos engendrados. Y la tercera parte es el cuerpo, que todos vemos.  En realidad, el cuerpo es esclavo del alma, hace lo que el alma le indica.

De estas tres partes podemos entender que la única manera que tenemos los seres humanos para relacionarnos con Dios, es por medio del espíritu. Estamos limitados en la manera de percibir lo espiritual, ya que no lo hacemos ni por el cuerpo ni por el alma. Dios es espíritu y se comunica con el espíritu del hombre. El lenguaje del espíritu es la fe, por medio de la cual nos comunicamos con Dios, no por medios naturales. Si vivimos en el ámbito del alma, vivimos llenos de emociones desordenadas y sobre enfatizadas.  Si vivimos enfocados en el cuerpo, viviremos vidas llenas de vanidad. Urge que vivamos espiritualmente.

Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6  (RVA-2015)

Dios se agrada cuando le creen porque es la base de la comunión con Él  y  esa fe, crea dependencia de Él. La fe nos hace ver lo invisible, nos hace pensar en Dios, la fe nos conecta con lo espiritual, con lo sobrenatural.

En la Biblia, está un ejemplo muy conocido de alguien que decidió y  escogió no creer.

Así que los otros discípulos le dijeron: — ¡Hemos visto al Señor!—Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. — ¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: —Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. 29 Entonces Jesús le dijo: —Tú crees porque me has visto, benditos los que creen sin verme. Juan 20:25-27,29 (NVI)

Hay mayor bendición en creer. Es mejor ser una persona ingenua y que todo lo cree, que ser una persona incrédula y que todo lo cuestiona.

Dios es espíritu, no podemos verlo ni tocarlo.  Sin embargo, creemos en Él, creemos en su gracia y en su misericordia.  Sabemos que nos habla, aunque no con voz audible, sabemos  que nos cuida, aunque no veamos a los ángeles. Si todo lo razonáramos y todo lo cuestionáramos, nos haríamos incrédulos y Dios no podrá comunicarse con nosotros.  

Entonces la fe es un sentido espiritual, no físico, que se comunica con Dios. Hay gente que cree que como no siente a Dios es porque Dios está muy lejos.  En realidad, es la persona la que se desenfocó de la fe y de las promesas de Dios de que nunca nos abandonaría ni nos dejaría. No podemos contactar a Dios en el ámbito de las emociones ni del cuerpo.  El cuerpo sólo nos dice lo que le informan sus cinco sentidos, las emociones nos revelan los pensamientos en los cuales se ha meditado. Siendo así,  al orar y adorar a Dios, la posición del cuerpo no importa ni tampoco el lugar. Nos relacionamos con Él, por medio de nuestro espíritu.

Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Juan 4:24

 

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